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El consejero de Investigación, Juan María Vázquez, en su visita al Centro Tecnológico Nacional de la Conserva y la Alimentación. Foto: CARM

Fue a finales del pasado siglo cuando con el impulso y la ayuda económica del INFO se crean los primeros Centros Tecnológicos en la Región de Murcia (en adelante CCTT), como asociaciones sin ánimo de lucro de empresas regionales para la investigación y la innovación en sectores productivos relevantes de la economía regional. El objetivo era dar apoyo en materia de tecnología e innovación a las empresas, principalmente a las PYMES. Un apoyo que inició su andadura dando soporte en materia de analítica y de certificación de sus productos para cumplir con los estándares que demandaban los mercados nacionales e internacionales y, al mismo tiempo, asesorando a las empresas en sus procesos de innovación y transfiriéndoles las nuevas tecnologías que iban apareciendo.

Como quiera que las empresas de algunos de estos sectores se encontraban agrupadas territorialmente de modo natural, dichos centros se ubicaron, con objeto de facilitar su trabajo, cerca de dichas agrupaciones. Así, el de la conserva y la alimentación se ubicó en la capital histórica de la conserva, en Molina de Segura; los centros tecnológicos naval y del mar, y de la energía y el medio ambiente, en Cartagena; el del calzado y el plástico en Alhama de Murcia; el del mármol y la piedra en Cehegín; y el del mueble y la madera en Yecla. Los restantes, que prestaban servicio a sectores más ubicuos, como la construcción, las TIC o el metal, se localizaron en Murcia o en sus polígonos industriales.

No todos los CCTT nacieron al mismo tiempo, ni sus circunstancias fueron las mismas, por lo que aunque voy a referirme al conjunto como un todo homogéneo, no podemos obviar singularidades importantes, algunas arrastradas desde sus orígenes. Por ejemplo, el Centro de la Conserva y la Alimentación creado en 1997, en cierto modo continuador de la Asociación de Investigación de la Industria de Conservas Vegetales fundada en 1962, que arrancó con una mayor estructura que otros centros y unas líneas de trabajo en materia de analítica y asesoramiento tecnológico a las PYMES agroalimentarias que ya se venían desarrollando. Otros posteriores, como el de las TIC o de la Construcción partieron desde cero y han tenido mayores dificultades para ir definiendo sus cometidos de apoyo tecnológico a las empresas de sus respectivos sectores.

Estas distintas capacidades y tamaño se manifiestan en el distinto estatus alcanzado por unos y otros. Así, nos encontramos con centros que gracias a disponer en sus plantillas de mayor número de titulados doctores o de obtener una mayor financiación pública competitiva, por citar dos requisitos, han obtenido el reconocimiento de centros tecnológicos de ámbito estatal. De igual manera, unos centros ostentan el rango de agrupaciones empresariales innovadoras y otros todavía no.

En todo caso, el conjunto de los CCTT de la Región participan de una misma naturaleza, de una estructura de financiación idéntica, se han adaptado de manera parecida a las distintas crisis sectoriales o generales que han tenido que superar, comparten un mismo papel e imagen en el ecosistema innovador y, finalmente, se han de enfrentar a los mismos retos.

Los CCTT se financian a través de las ayudas directas concedidas por la Administración Regional, principalmente a través del INFO; de las cuotas de sus asociados; el cobro de los servicios prestados a las empresas; y de los ingresos por su participación en proyectos conseguidos en convocatorias competitivas.

Aunque la importancia relativa de cada una de estas fuentes de financiación varía en función del centro, en todos ellos se observa durante los últimos años un menor peso de las ayudas directas y unos ingresos crecientes a través de proyectos competitivos y prestación de servicios tecnológicos a empresas. Un proceso éste en respuesta a la disminución de las subvenciones durante la crisis general del 2008-2010 y, en algunos de los centros, a las crisis sectoriales que disminuyeron el número y fortaleza de las empresas que los sostenían. Y que habla muy positivamente de su capacidad de adaptación y del mayor nivel científico-tecnológico alcanzado.

Esta necesidad continua de buscar financiación tiene sus luces, como por ejemplo, la búsqueda de la excelencia a consecuencia de la tensión generada para conseguir los fondos competitivos, o la necesidad de aventurarse en campos ignotos, donde han encontrado nuevas oportunidades de financiación, que como toda nueva aventura no está exenta de riesgos pero está cargada de nuevas oportunidades (descubrimiento emprendedor).

Pero también tiene sus sombras, como por ejemplo, la mayor dificultad para atraer y retener talento, ya que los investigadores y tecnólogos buscan, como cualquier profesional a partir de una determinada edad y circunstancia, una mayor estabilidad difícil de garantizar cuando la financiación de sus emolumentos está vinculada a la obtención de proyectos competitivos. O, en relación a la prestación de servicios, la posible competencia desleal con  empresas que proporcionen los mismos servicios (regionales en algún caso), ya que su estructura de costes es menor al estar parcialmente financiada por la Administración Pública.

Entre las funciones de los CCTT sigue destacando la original de transferir tecnología a las empresas de sus sectores. Una transferencia que realizan desde la labor continúa de vigilancia tecnológica y a través de los proyectos concretos con empresas en los que, a diferencia de otros actores del ecosistema, van más allá de la mera obtención de resultados, implicándose en la aplicabilidad de los mismos, en su puesta exitosa en el mercado. Tengamos en cuenta que esta es una cuestión crítica para la reputación de los centros, que han de seguir obteniendo ingresos mediante contratos con las empresas o como socios en proyectos competitivos. En este sentido, resaltar que los CCTT se han ganado la confianza de las empresas mediante esta participación exitosa en proyectos gracias a la autoevaluación de factibilidad de los mismos que ellos realizan con carácter previo.

Falta una pata que a mí siempre me ha parecido interesante: que a los CT se les permita generar su propia propiedad intelectual y que puedan montar empresas de base tecnológica propias (participadas por el CT y/o algunos de sus socios) en ámbitos tecnológicos muy innovadores en los que sus asociados no quieran o no tengan capacidad de desarrollar. Existe una «tensión» o competencia no resuelta entre el CT como entidad que quiere desarrollarse y crecer y sus asociados, que pueden en algún momento sentir «recelo» de que el CT crece mientras sus propios negocios no lo hacen… la gobernanza interna de los CT es un asunto también complejo que se puede mejorar.

Además de este papel principal vemos emerger y consolidarse estos últimos años otros papeles secundarios que, sin embargo, me atrevería señalar como críticos para el ecosistema en su conjunto, más allá de las empresas que originariamente les dieron sentido. Me estoy refiriendo al papel de los CCTT como dinamizadores del ecosistema innovador de la Región de Murcia:

  • Porque su participación en los proyectos de I+D+i nacionales o europeos es vista cada vez más como “garantía” de una mayor transferencia de los resultados al mercado, que es uno de los objetivos principales de todas las políticas públicas de fomento de la innovación.
  • Porque su cercanía y conocimiento de las empresas y los sectores empresariales regionales son un valor en alza como asesores tanto para las empresas –pensemos, por ejemplo, en nuevas empresas que se quieren introducir en la Región- como para la Administración cuando diseñan sus políticas y actuaciones en materia de innovación.
  • Porque ocupan una posición única para impulsar los procesos de descubrimiento emprendedor (de oportunidades) en tanto que son espacios fluidos asimétricos y neutros, lo que facilita la toma de decisiones entre actores públicos y privados.
  • Porque en su transición de centros con clara vocación sectorial a centros abiertos a otros sectores y empresas facilitan los procesos de inteligencia colectiva para el descubrimiento de nuevas oportunidades de negocio para muchos.
  • Porque su participación en los procesos de innovación abierta se caracteriza por su versatilidad para colaborar con cualquiera de los actores del ecosistema y muy especialmente entre los propios CCTT.
  • Por último, por su incipiente papel en el ámbito de la formación para el emprendimiento y la creación de empresas spin off de base tecnológica propias o de terceros.

Esta positiva transformación, justo es reconocerlo, ha sido posible gracias a la labor de unos equipos humanos cada vez más cualificados y a sus directivos, ingenieros e ingenieras que han ganado experiencia y visión en el desempeño de sus funciones.

Pero lejos de la autosatisfacción y complacencia, en mi opinión, los CCTT han de seguir avanzando en cuestiones tales como:

  • La mejora de los actos, negocios y contratos que realizan con las empresas, tanto para la prestación de servicios como para su coparticipación en proyectos de I+D+i y, sin perder de vista su condición de ESFL, captar como ingresos parte de los beneficios obtenidos por derechos de propiedad intelectual e industrial de los resultados de dichos proyectos. ¿Y por qué no utilizar estos derechos para montar empresas de base tecnológica propias (participadas por el CT y/o algunos de sus socios) en ámbitos tecnológicos muy innovadores en los que sus asociados no quieran o no tengan capacidad de desarrollar?
  • La necesaria especialización en ámbitos singulares, siguiendo criterios de oportunidad estratégica basada en los nuevos desarrollos tecnológicos, abandonando el “todismo” y minimizando la influencia de intereses particulares. Una especialización que ya han iniciado en ámbitos vinculados a las tecnologías disruptivas tales como impresión digital, blockchain, big data, inteligencia artificial, nanomateriales, biocomposites o el internet de las cosas, entre otras.
  • Su inaplazable internacionalización en un mundo global, para lo que habrán de reforzar sus departamentos comerciales y ofrecer sus productos y servicios y su modelo de negocio o a otros países y territorios y, por qué no, estableciendo joint ventures con centros extranjeros (programas de intercambio de personal, know how, etc).
  • La gestión de su personal, en cuestiones tales como el teletrabajo y la conciliación laboral, para hacer más atractivo el trabajar en los centros.
  • Un mayor grado de innovación en los servicios que prestan a las empresas y que éstas no pueden conseguir en los mercados cercanos.
  • Reforzar su papel como think thank conjunto en materia de I+D+i, y de este modo poder participar en el diseño de las políticas públicas en materia de innovación.

 El gobierno interno de los centros, que han de conciliar su desarrollo y crecimiento con el de sus asociados, que pueden en algún momento sentir cierto recelo de que el CT crece, además en ámbitos que le son ajenos a ellos, mientras sus propios negocios no lo hacen.

  • Por último, en aquellos centros ubicados en pequeños municipios, seguir apostando por ser referentes para proyectos de innovación local.

No quisiera acabar este artículo sin abordar un par de cuestiones controvertidas y, en cierta medida, recurrentes. La primera es si agrupar los centros en un solo macrocentro y ubicarlo cerca de Murcia o Cartagena, para ganar en fortaleza, por las sinergias y complementariedad que se establecería entre los distintos equipos de los centros  y con otros actores como universidades y OPIs. También para una mayor rentabilidad de los equipos e infraestructuras. La segunda, es la cuestión de si procede o no crear nuevos centros.

En mi opinión, el reducido tamaño de la Región de Murcia, sumado a que los medios y herramientas de teletrabajo han mejorado mucho en los últimos años, permiten establecer mayores sinergias y colaboraciones, sin necesidad de trabajar pared con pared. Aunque no es menos cierto que los distintos centros replican las estructuras de administración y gestión, resultando más costosas y menos eficientes para escalas pequeñas.

Por otra parte, la dispersión de los centros contribuye a la cohesión territorial y la descentralización. Un aspecto este destacable y cada vez más buscado desde los poderes públicos. Es más, en este sentido, se podría pensar en abrir nuevos centros de innovación y desarrollo en nuevos territorios.

¿Por qué no, por ejemplo, un CT para la Innovación Rural? Un centro que podría ser fácilmente cofinanciado con los Fondos Estructurales y Tecnológicos Europeos y que englobase, no sólo empresas, sino también otros actores locales o nacionales tales como ONGs, Fundaciones o corporaciones locales. Y que podría ubicarse en alguna de las muchas poblaciones deshabitadas o en peligro de despoblamiento de los municipios de las Tierras Altas de Lorca o del Noroeste de la Región de Murcia. Un centro que se beneficiaría de su sintonía con iniciativas europeas como Innovation village o Smart village.

En conclusión, podemos afirmar que los CCTT son una pieza clave en el engranaje del ecosistema innovador de la Región de Murcia y que están llamados a avanzar de manera decidida en la senda de los cambios emprendidos para jugar un papel cada vez más importante como dinamizadores del mismo.

Los CCTT son como la Coca-Cola, si no existiesen habría que inventarlos.

Fuente: murciaplaza.com

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